Rubianes y tejeros
Gracias a una de las maravillas tecnológicas del momento llamada Urchin me entero de las estadísticas sobre lectura de esta olumna en intenet y descubro, por ejemplo, a noventa y dos lectores en Máxico, cuarenta en Perú y catorce en Polonia. Me apresuro a agradecérselo. A ellos y a los restantes.
Además de satisfacer el ego con tan cumplida referencia sobre el origen de los visitantes de la bitácora, esta información que proporciona Urchin me abre las puertas a otro campo del desconocimiento, cual es saber cómo estarán siguiendo la actualidad política española desde tan alejados y dispares países. Se me ocurre entonces enviarles un mensaje urgente por si las moscas, pues han de saber cuanto antes estos residentes en el extranjero que en España no nos dividimos en rubianes y tejeros, como podría deducirse de un análisis apresurado de titulares periodísticos. De la misma forma que nunca fuimos toreros y tonadilleras, o mejor dicho, que toreros y tonadilleras siempre fueron una minoría muy minoritaria, hoy los partidarios de la hostiferación también lo son. Hay de todo, como ha de ser en botica surtida, pero ni rey ni Roque. Aquí seguimos siendo bien avenidos y es de general consenso que así se mantenga. Sucede que unos cuantos ganapanes levantan demasiado ruido y polvareda haciendo chocar las cosas de comer, lo cual consideran beneficioso para sus turbios negocios, pero rubianes, lo que se dice rubianes, hay uno o ninguno, y a los tejeros que quedan, nadie les presta más orejas que a los frikies que lleva el Loco de la Colina a sus programas. Eso sí, como a putas y a ladrones nunca faltan aficiones, desde lejos puede parecer que estamos a punto de echarnos al monte, y no.
Molesta, qué duda cabe, compartir edificio con los asesinos de tu marido y escuchar cómo algunos pretenden convertir en víctimas a los verdugos y en héroes a los gamberros, pero por lo demás, salvo que nos pique un tábano, no se esperan exabruptos de rubianes, ni manotazos de tejeros.