La uva colgante

Distinguido señor Cofrades Santillana: Recién acabo de escuchar su plan para detener las campanadas del mecanismo que el relojero Losada puso a andar el 19 de noviembre de 1866 en el antiguo edificio del Ministerio de la Gobernación. Dice usted que lo hará a las doce de la noche del próximo 31 de diciembre, último día del año en el que son muchos los españoles que miran a ese reloj de la Puerta del Sol para despedirlo de forma unísona y coordinada.
Como quiera que se propone realizar la detención campanera mediante su prodigioso poder mental, y viendo que no hay en ello causa terrorista, reivindicativa o panfletaria que lo exija o justifique, me apresuro a escribirle por si en el último momento tuviese a bien reconsiderar el objetivo de su esfuerzo mentalista y lográsemos convencerle de que no detenga el famoso reloj, sino, por ejemplo, el cronómetro de la sansilvestre vallecana, que le proporcionará igual prestigio y evitará malos presagios a los supersticiosos.
Sabemos de sus éxitos el pasado año, cuando colgó de la Torre de Bujaco de Cáceres una urna conteniendo el número del gordo navideño, y es por ello mayor nuestro desasosiego, pues lo imaginamos capaz de detener no sólo el reloj, sino todo el Palacio de la Comunidad de Madrid, que allí se aloja ahora.
Reflexione por un momento, señor Santillana, y díganos con el corazón en la mano si merece la pena gastar su precioso poder en desequilibrar una de las últimas manifestaciones de unidad patriótica, uva en ristre, cara a Sol e impasible el ademán, repitiendo cada año lo que son los cuartos y lo que son las propias campanadas. Díganos la verdad, señor Santillana, ¿quién le paga? ¿Quién está detrás de esta burda maniobra? ¿Carod? ¿Ibarretxe? ¿No será Quintana?
Sea sensato. Deje tranquilo el reloj y prometemos comprarle un décimo para el Niño del número que nos diga, cosa que usted no hizo cuando acertó el gordo.

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