Roncalli y Álvarez

A mediados de los setenta se le hacía una entrevista al nuevo decano de la Facultad de Ciencias de la Información. Cada uno de los temas planteados recibe la misma o parecida respuesta: “Perdone que no le responda, pero aun estoy trasladando los muebles”. Todo lo que el periodista obtuvo fue que el decano, hombre atlético sin duda, se pasaba el día muebles arriba y muebles abajo, sin tiempo para otras preocupaciones. Pese al escaso interés por la marcha de la mudanza del decano, la entrevista se publicó íntegra porque en los setenta la prensa era así de picajosa.
Desde entonces no se conocía mayor esperpento periodístico, hasta que hace unos días llegó la ministra Magdalena Álvarez y le arrebató el título. Luís del Olmo la tiene como invitada de Protagonistas y al periodista se le ocurre pensar que es justo y necesario preguntarle por los planes de regularización de empleo en Renfe, encontrándose con una sorprendente revelación, pues Álvarez le comunica que está todavía en su domicilio, que no ha leído la prensa y que, por lo tanto, no sabe de lo que le habla el ponferradino. Todo ello ayuda a pensar que la ministra está tan enterada de los asuntos de su departamento como Carmen Calvo lo está de la conjugación de los verbos latinos.
Ambos casos, el del decano y el de la ministra, nos traen a la memoria la estrategia del nuncio Angelo Roncalli, futuro Juan XXIII, cuando fue recibido de uñas en Francia porque consideraban que la representación vaticana de aquel curita era poca cosa para la grandeur francesa. Cuenta Roncalli que al percatarse del menosprecio que le dispensan los gabachos, piensa para sus adentros: “Angelito, hazte el imbécil, que todos crean que eres imbécil”. Y así, a lo tonto, alcanza el prestigio que finalmente lo llevará al papado.
Cabe suponer que estamos ante un caso similar, y siendo benévolos nos preguntamos, ¿se está haciendo pasar por imbécil la ministra, o realmente lo es?

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