M.ª del Carmen García Vázquez, camino de perfección

En su corta vida, la hermana de Pepe Garalva da pruebas de su enorme religiosidad

EN SUS ESCASOS 17 años de vida, María del Carmen García Vázquez (Lugo, 1930), llama la atención de todos cuantos la conocen por su espiritualidad y afán de sacrificio, hasta el punto de que el profesor del Seminario, director diocesano de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y Prefecto de Ceremonias de la catedral, Pedro López Rubín, escribe una semblanza hagiobiográfica de ella de unas sesenta páginas que publica tres años después de su muerte en la editorial madrileña Pro Fides.

Carmen es hija de José García Pérez, mancebo de la botica de Carlos Alonso Hortas, en la Praza do Campo, y de Carlota Vázquez Pérez, que tienen sus sucesivos domicilios en la calle Miño, donde ella nace, en la Ruanova, y en la propia Praza do Campo, con períodos de un lustro en cada uno, aproximadamente.

Un año antes nace su primer hijo, un varón al que bautizan José, como el padre, aunque será más conocido en toda España como Pepe Garalva, el hombre de las misses. Su tercera hija, María Teresa, será misionera sierva de San José, cuyos votos perpetuos adquiere en una ceremonia celebrada en la capilla de las Josefinas de Lugo y dirigida por el citado López Rubín.

El matrimonio, conocido por su fe católica y su altruismo, dan en llamarla Curuca como apelativo cariñoso, pero la niña lo rechaza en su temprano deseo de no perder su nombre de María del Carmen.

Ingresa en el Instituto acabada la guerra, pero el segundo curso lo hará ya con las Josefinas, en el Colegio Patrocinio de San José. Dice su biógrafo que pese a su notable belleza, es muy temprana su preocupación por no parecerlo, especialmente en los momentos de hacerse las inevitables fotografías colegiales, y en ellas trata de ocultarse tras una rama, bajando la cabeza o moviéndola. Narra también otro episodio más radical todavía, que es cómo se corta el pelo tras escuchar la admiración que sus cabellos causan a unos amigos de la familia.

Para demostrar la falta de interés por su pelo como timbre de belleza, se refiere a su melena como “la escoba de barrer”.

Tan alejada estaba del comportamiento de la mayoría de sus compañeras, que suelen calificarla de mística, “la que va a ser monja”. Y no, no llegará a monja, aunque sí a ser, bajo la dirección espiritual de Arturo Veiga Valiña, Hija de María, joven de Acción Católica, María de los Sagrarios, Joven Antoniana, cofrade de Nuestra Señora del Carmen, celadora de la Venerable Orden Tercera de San Francisco y miembro de la O.P. de la Propagación de la Fe, todo ello antes de cumplir los 17 años, lo cual no desmiente las profecías de sus condiscípulas, ni su voluntad de ser religiosa misionera, como confiesa más de una vez a su madre.

A beneficio de esta última institución y del DOMUND, María del Carmen representa al menos dos apropósitos en la Academia Galicia de los Maristas. En uno, llamado ‘Islas del Coral’, representa el papel de María de los Ángeles, al lado de las hermanas García Diego, y parece ser que no se le dan mal las tablas. También desempeña a la perfección su cargo de celadora, pues en poco tiempo consigue recaudar más de quinientas pesetas mediante pequeñas aportaciones de céntimos.

El 22 de junio de 1947 asiste con su madre a la novena de San Antonio en la iglesia de los PP Franciscanos y al salir sufre una hemorragia que en un principio se considera nasal y sin importancia, pero que es el inicio de su agonía.

Sucesivos meses de completo reposo finalizan el 3 de noviembre de ese mismo año, cuando fallece, dos meses y medio más allá de sus 17 años.

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