Mentiras de guerra
Que Rusia invada, pero que Cataluña se vaya. Iglesias dixit
Los ucranianos son 44 millones. Casi tantos como españoles. En la Checoslovaquia de la Primavera de Praga vivían quince millones de personas.
Tras la primavera vino el verano y los tanques soviéticos _ rusos, pero también húngaros y búlgaros _, entraron en la capital para sofocar cualquier veleidad de reforma socialista, por mucho que el líder checo, Alexander Dubcek, le prometía a quien le había nombrado, Brezhnev, que no existía ninguna intención de romper con Moscú.
¿Cómo que no _ se exaltó Brezhnev _, si uno de los pilares de la Primavera es el reconocimiento de la libertad de expresión? ¡Quince millones de tíos informados! ¡Tanque que te crió!
Libertad de expresión y socialismo soviético eran conceptos antitéticos, menos compatibles que el aceite y el agua porque con lo uno es imposible que se sostenga lo otro. En Praga, en Berlín o en Ucrania.
Ahora no hay URSS, pero se le parece. El primer presidente extranjero que recibe Pedro Sánchez es el ucraniano. No el actual, sino el anterior, su tocayo Petró Poroshenko.
Entonces ya hablaron mucho de Rusia en el mismo sentido que hoy y Sánchez le expresó su deseo de estar a su lado frente a Putin, sabiendo que parte de su gabinete, con Iglesias al frente, respiraba al revés.
La libertad de expresión ya no era un concepto que se pudiese poner sobre la mesa, ni Putin tenía poder para prohibirla en Ucrania. Pero sí se habló y mucho, de cómo lo sustituye. Poroshenko lo denominó “la gran maquinaria rusa de noticias falsas” para desestabilizar occidente.
Sánchez ya sabía que esa maquinaria se había movido a favor del separatismo catalán. Iglesias también. Y es que Cataluña, Ucrania, España y Rusia forman un lago donde emergen las contradicciones de ambos.