Juego de lágrimas
Dejen salir a los hebreos
Pase lo que pase de ahora en adelante, la crónica del bipartito se va a escribir con lágrimas negras en tinta de calamar.
Lo poco que conozco de esa serie de tanto éxito me llega para saber dos cosas. Una, que solo la veré si me atan a una silla como a Alex DeLarge, el protagonista de La naranja mecánica, con pinzas enganchadas a párpado vuelta para no poder cerrar los ojos, y dos, que el argumento se aviene al mundo que vivimos como anillo al dedo.
Hombres enredados en patochadas infantiles se dejan matar con gran sadismo ante una recompensa millonaria que solo a uno llega. A Irene Montero le corresponde el papel de guionista de las pruebas, el corre corre que te pillo, la pídola y al pasar la barca, todas entretenidísimas, pero todas pasadas de rosca, porque a esta edad hay que estar a cosas serias.
Varios colectivos recordarán el bipartito con especial crudeza y sus lágrimas, además de negras calamar, serán de una tristeza indescriptible. Las imágenes de los palmeros que han perdido todo, menos la vida, parten el alma al más pintado y el intento de penetrar en su desgracia y comprender esos sufrimientos es tan imposible como alcanzar la idea de la eternidad, el desde siempre y el para siempre.
Pero es que a su lado están los miles que han perdido seres queridos en la pandemia, los que ellos mismos han sido víctimas y los que nos arrastramos detrás de una mascarilla por un mundo infecto y calamárico, un neologismo a mayor gloria de la serie.
¿Es culpable el bipartito de estas desgracias? No. Solo faltaría que dominase también lo intangible. El bipartido solo es culpable de todo lo demás y le llega. Por ejemplo, la ilegalidad de los estados de alarma y los horarios de las lavadoras.
Como para sentirte protegido.