Miedo profundo
El sueño del desconocimiento produce miedos
La Galicia profunda de la que habla la juez Belén Ureña Carazo sale en La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos, que ruedan Antonio Blanco y Ricardo Llovo en Boqueixón, a 70 kms de San Xián de Torea, la parroquia de Muros a donde la magistrada no quiere enviar a la niña por su profundo miedo a los garrulos.
También sale en las Comedias bárbaras de don Ramón, en don Gonzalo Torrente Ballester y en doña Emilia Pardo-Bazán, porque Galicia, como todas las tierras del universo mundo, tiene una profundidad adosada a su existencia.
Son sitios donde los capitalinos se pierden los sábados para contarlo los lunes en la oficina. “¡Uy, estuvimos en un sitio casi casi sin cobertura. Fíjate!” No se dan cuenta, infelices ellos, que para tierras profundas, por inhóspitas o abandonadas de la mano de Dios, nada comparable a los suburbios de sus grandes ciudades.
Eso sí que es tela marinera. En Madrid, Sevilla o Barcelona, a pocos metros del glamour imbécil de las fashion week, de los colegios trilingües y del cosmopolitismo que doña Belén desea para la niña, coexiste la mugre, el analfabetismo y los quinquis sirleros más hábiles del Oeste; así que aléjela de allí y tráigala a Muros, donde va a encontrar aire limpio, gente amable y toda la cultura para no ser el día de mañana una cursi con bragas de puntilla.
Y luego hablan de la España despoblada. Con ignorantes de este calibre lo extraño es que exista España, poblada o sin poblar.
Hoy mismo vi a otra que tal baila, la buena de Susana Griso _ no sé si lo escribe con una, dos o tres eses _, desplazada a La Palma pa informar. Le hacía preguntas a una psicóloga y de repente da un saltito y dice: “¡Uy, un perro que nos viene a visitar!”
Sí, Susssana; en La Palma profunda hay perros sueltos que ven a un famoso de la tele y se acercan a visitarlo.