Ocho apellidos vascos

El director de la peli, Emilio Martínez-Lázaro, también tiene un apellido compuesto

En 1905 muere en La Habana Francisco Díaz Canel. Su amplia familia es originaria de Castropol, dando la cara a Ribadeo y Figueras. Allí permanecieron Ramón Díaz Canel, que entonces era propietario del más elegante comercio de sombreros castropolense, y muchos más; Gertrudis, Rosalía, Antonio…

Un descendiente del primero, Miguel, nacido ya en Cuba y trabajador de la cervecería Manacas, decide unir sus apellidos y llamarse desde entonces Miguel Díaz-Canel.

Como la vida da muchas vueltas, su hijo homónimo, poseedor del apellido compuesto Díaz-Canel, llega a ser el actual presidente de Cuba y primer secretario del Partido Comunista cubano, en sustitución de Raúl Castro.

Alberto Rodríguez, el exdiputado y exmiembro de Podemos, ha lanzado al viento una interesante reflexión que sin duda extrajo de las sesudas páginas del Pulgarcito. Dice el canario que él no habría sido condenado por patear a un policía si en su DNI, en lugar de leerse un escuálido Rodríguez, hubiese figurado un apellido compuesto.

No parece probable que ni el Pulgarcito ni él tuviesen entonces en la mente el caso del presidente cubano, porque en su cortedad neuronal jamás podrían sospechar que un dirigente tan izquierdista como Díaz-Canel, a quien rinden todas sus complacencias, tuviese un apellido compuesto, de esos que sirven para sortear condenas.

Muy al contrario, quiso la casualidad, o a la necesidad le plugo, que en este mismo mes de octubre que transcurre, en fecha inmediata posterior a la de San Froilán, el régimen que preside el compuesto Díaz-Canel, condenase al ciudadano de apellidos simples Roberto Pérez Fonseca, de 38 años, a la pena de 10 años de cárcel por el intolerable delito de romper una fotografía de Fidel Castro.

Ya ve Rodríguez la endeblez de su aserto.

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