Francisco Otero, un magnicidio antes de morir
Atenta contra Alfonso XII por sugerencias de anarquistas cuando se ve abocado al suicidio
EN 1880 LA prensa tiene un protagonista indiscutible en la persona de Francisco Otero González (Mondoñedo, 1860). El 30 de diciembre del año anterior atenta contra el rey Alfonso XII y su esposa María Cristina de Habsburgo, poco después de su boda y a punto está de cambiar la historia de España de un pistoletazo.
Otero es un imberbe de 19 años, mediana estatura, más grueso que delgado, de constitución vigorosa y aspecto poco simpático. Al ser detenido se sabe que es de Lugo, pero lo hacen nacido en Guntín, Brindín… eso dicen. No, vino al mundo el 14 de marzo en Santiago de Lindín, feligresía aneja a la parroquia de Argomoso. De allí es también su padre, José Otero Alonso, ya fallecido, mientras que su madre, Josefa González, todavía vecina de Lindín con otro hijo menor, es de Riotorto.
Él vive hasta hace poco con su hermana Luisa, de 17 años. Llega a Madrid bajo el paraguas de su pariente Francisco Seijas Arribas, portero del ministerio de Gracia y Justicia, que le da 4.000 reales para establecer una pastelería en el 2 de la calle de Milaneses, después de haber recorrido tahonas en Luna, Cobo, Aduana y León. El oficio se viene abajo el 3 de diciembre, cuando se lleva los duros que hay en la caja. Por supuesto, la ayuda de Seijas también desaparece.
Sin casa y sin recursos, Otero vaga por tabernas y prostíbulos como El Habanero y El café del Gato, donde se canta flamenco hasta que Villaverde lo prohíbe. Allí le oyen sus planes de suicidio Antonio García y el pastelero Antonio Pérez Cobos. Se burlan de él y le dicen que mejor sería matar al rey. Después de todo, es el causante de su situación, por serlo de la de todos.
No cae el consejo en baldío y en noviembre compra en Toledo un revólver, que luego cambia por una pistola en el Rastro. Practica con ella en la pradera del antiguo Canal, pero hiere a una mula y su dueño lo denuncia, por lo que es detenido y procesado. El 15 de diciembre debe presentarse al juez, pero no acude.
Poco después de las cinco de la tarde del 30, el char-à-banc guiado por el rey cruza la calle Mayor en dirección a la plaza de la Armería. Los Reyes regresan de su paseo a Palacio. Al verlos, Otero corre hacia la puerta del Príncipe, al lado del Campo del Moro, y se coloca entre el muro y la garita del centinela.
Cuando el coche está a su altura, alarga el brazo y dispara a quemarropa una bala de doce adarmes. Alfonso XII baja instintivamente la cabeza y se lleva la mano al cuello. La reina lo abraza. Teme lo peor, pero ha salido ileso. Un segundo disparo roza y quema el pelo del cochero que va al pescante. Lo ha hecho casi sin apuntar, más preocupado de la fuga.
Otero escapa por Bailén hacia San Quintín, pero le corta el paso un centinela. ¿Hay más implicados anarquistas? No los encuentran. Pocas veces ha leído la prensa, no pertenece a sociedad alguna y no tiene rencor personal hacia el rey.
El juicio se inicia el 7 de febrero de 1880. El quid reside en saber si debe considerarse al reo exento de responsabilidad. Él mismo declara que su intención no es “quitar la vida al rey, sino la de dar un gran escándalo para que le maten los centinelas”, pues él no tiene valor. El fiscal no le cree.
El tribunal rechaza su imbecilidad y le condena a muerte. El propio rey solicita su indulto, pero Cánovas del Castillo, al frente del Consejo, no accede. A las ocho y media de la mañana del 14 de abril es ejecutado a garrote en el Campo de Guardias.
En “La Desheredada” Pérez Galdós hace del protagonista Mariano un trasunto de Otero.