Pequeñeces

No dan para más

Hay una regla matemática no escrita que se cumple con la misma exactitud que la de tres. A mayor cantidad donada por Amancio Ortega, mayor es el cabreo de Echenique and partners.

No es necesario acudir a ejemplos, ni verificarlo con la prueba del nueve porque todos estamos al cabo de la calle de que es así. Quizá donde no exista tanta claridad sea en la explicación, aunque es fácil.

A simple vista Ortega cae mucho más simpático que Echenique. Lo que dice o hace, más la bonhomía de su rostro bastan para hacerlo ganador. Además, saber que es un hombre en el podium de los millonarios, salido de una normalidad rayana con los mínimos niveles de subsistencia lo convierte en el protagonista del cuento de la lechera de todos los que aspiran a mejorar, pero elevado a la enésima potencia y con final feliz, sin que el cántaro se caiga en el camino y el líquido se desperdicie en la tierra.

Y ahí radica la segunda y medular causa que origina la tirria de la pandilla que solo sabe vivir de los caudales públicos y de subir impuestos como haría cualquier indocumentado, pero en cuyo diccionario no existe la expresión “generar riqueza”, ni la propia, ni mucho menos la ajena.

Este grupúsculo de pasivos reflejos, líderes de pequeñeces y fieles seguidores del “trabaja tú, que yo te lo quito después”, no soportan ver pasar por delante de sus narices una ingente cantidad de millones que ellos no controlan. Peor todavía si es para beneficio público porque entienden que todo ha de venir de la teta del Estado para que así se justifique su intervencionismo.

Sin embargo no tienen más que mirar a su alrededor. La naturaleza se hace sola y la ciudad, los ciudadanos. Al Estado le quedan hospitales, puentes, escuelas y autopistas, y encima nos quieren cobrar por utilizarlas.

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