El profeta
Importamos predicadores
Oriol Junqueras atesora un profundo desconocimiento de Galicia. No pasa nada. Hay otros muchos más cercanos a ella que lo superan en ignorancia y presumen de lo contrario.
Lo han traído a la esquina verde como cuando el alcalde de Quiroga contrata de pregonero a Kiko Matamoros. Su desconocimiento de Quiroga también es abisal, pero su calva atrae a la gente, que es de lo que se trata.
Los méritos de Junqueras son haberse saltado las leyes cual afamado cuatrero del oeste, tener un físico reconocible y salir mucho por la tele. Requisitos suficientes para llamar la atención, porque al más sesudo catedrático de historia que ejerce de ratón de biblioteca, ese que lo sabe todo y que tiene un discurso coherente, jamás lo van a llamar porque ni sale por la tele ni se le espera.
Pero es que además de venir, de tomarse un plato de pulpo á feira, o de lo que le hayan echado, y de festejar el Día de Galicia feliz y contento, como debe ser, ha sacado la lengua a perorar al estilo que es común a todos los que no saben, es decir, inventándose una realidad inexistente, que es donde el ignorante triunfa, porque a ver quién es el guapo que le desmiente lo que ya en un principio es pura mentira.
_ La abuela de Beethoven era catalana.
Vale, pues muy bien. Y la Novena tiene compases de sardana, aunque aún no se hubiese compuesto ni la primera.
Junqueras ha venido desde Cataluña con su ignorancia supina a cuestas para decirnos, poco más o menos, que la república gallega está al caer, como si fuésemos gilipollas o no llevásemos aquí el tiempo suficiente para distinguir entre un sabio y un cantamañanas.
Es una pena que de paso no nos explicase qué hizo el moro Muza en Lugo, si Colón era de Poio y el secreto de unos buenos chicharrones.