Ramos Misioné, del Miño a ser doble medallista olímpico

El deportista de Lugo consigue otras ocho medallas en diversos campeonatos mundiales de piragüismo

EN EL AÑO 1968 comienza a ser frecuente en la prensa el nombre de un palista infantil llamado Luis Gregorio Ramos Misioné (Lugo, 1953). En ese momento las carreras las ganan López Morán, Chilares, Pérez, Cuesta… y en la élite de Lugo están también Torrón, Pintado, Fernández Liz, Figueroa Panise…

Todos ellos, con el entrenador Serafín Caridad y el presidente de la Federación, Jacinto Regueira, viajan aquel año a Bañolas para representar a Galicia en los campeonatos de España de Aguas Tranquilas, llamadas entonces Muertas con toda crueldad. Pertenecen al Club Fluvial, que es el que más palistas aporta. El momento es clave en la historia del piragüismo gallego, porque en la selección coinciden él, futuro medallista todavía infantil, y Ángel Villar, preparándose para la Olimpiada de México.

El chaval empuja con fuerza y a sus quince años promete convertirse en un gran deportista si la evolución es la esperada. Y lo es. Ese mismo año ya es campeón gallego de su categoría y sus registros están entre los mejores de cada prueba.

A partir de ese momento todo es crecer hasta alcanzar la condición de doble medallista olímpico, así como ocho medallas más en los campeonatos mundiales, K1, K2 o K4, con un extraordinario palmarés que hoy es fácil de consultar por quien desee el detalle.

Al lado de Herminio Menéndez, José Mª. Esteban Celorrio y José Ramón López Díaz, consigue la plata en los Juegos de Montreal 76, y con Hermino, el bronce de Moscú 80.

El cuarteto citado ya había sido campeón del mundo el año anterior en Belgrado, y una temporada antes rondaron los podios. Ninguna sorpresa por tanto, sino la constatación de una calidad y de una sincronía de movimientos destinada a dar sus frutos. ¿Deberían haber sido oro en Montreal?

Ramos Misioné lo responde así: “La medalla de Montreal la perdimos porque éramos campeones del mundo, eso era un peso muy grande, y quizás nos confiamos más de la cuenta, pero la diferencia tan ajustada que nos separó del oro indica que tanto podríamos haber ganado nosotros como los rusos”.

Lo cierto es que aquella plata, como diría el comentarista resabiado, supo a oro. “Teníamos grandes cualidades, un enorme espíritu de sacrificio y contábamos con un gran entrenador, Eduardo Herrero”, añade Luis Gregorio.

El nombre de Eduardo Herrero es clave a la hora que obtener el máximo rendimiento de aquel K4. Se van a Rumanía al tiempo que los palistas de aquel país vienen a entrenarse a Sevilla. Aunque siempre se dijo que esos días en Rumanía habían sido decisivos para el triunfo en Montreal, Misioné desinfla su influencia: “Los rumanos poco nos enseñaron”.

Favoritos en Canadá para los mil metros, la embarcación rusa les da alcance en unos 50 metros finales muy dolorosos y la foto finish acaba por reconocer a los soviéticos. Pero España estaba allí, a 26 centésimas del oro, algo impensable años atrás.

Algo parecido ocurre con el bronce en el K2 de Moscú, cuatro años después. El lucense acude con ganas de más. Naturalmente el oro estaba en su objetivo, pero han de conformarse con alcanzar medalla, que no es ninguna bicoca.

En el declive de su carrera como palista, el diario Ya concede todos los años un premio a los Valores Humanos en el deporte y El Progreso considera que Ramos Misioné es un excelente candidato para llevárselo.

El diario de Lugo lo propone con éxito y Misioné resulta ganador de esa edición.

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