La lengua de las mariposas
Hay mucho que cambiar
Ya lo dijo Pelúdez. Cuando la Unesco aprueba el reconocimiento de la muralla de Lugo, el hombre se sube al monumento en la Porta de Santiago y grita al mundo que aquellas piedras desde las que habla son a partir de entonces un Matrimonio da Humanidade.
Y es que Pelúdez es un visionario, un adelantado, un augur. Una persona capaz de intuir, saber o pronosticar que dos decenas de años después una gallega llegaría a la vicepresidencia española y que en su zurrón traería la propuesta de cambiar patria por matria, y patrimonio por matrimonio.
Y ahora que ya se lo han dado al eje del Prado y el Retiro, solo nos falta esperar que el título recaiga también en la Ribeira Sacra, que bien se lo merece.
En esta política de feminización en pos de la excelencia echamos en falta inciativas que nos vendrían de perlas. La primera, obligada por la triste realidad que nos circunda y envuelve desde hace año y medio, debería afectar a la pandemia, pues si tan mala está siendo para la humanidad, merece que le llamemos el pandemio, una expresión que además se acerca al pandemónium, que ya de por sí es lugar desagradable.
Vacuna, medicina, salud… son palabras de género correcto, pero si seguimos el mismo razonamiento de la vicepresidenta y de Pelúdez, ¿a qué viene que la peste sea femenina si ni siquiera acaba en a? ¿No será mucho más correcto referirnos al pesto, aún a riesgo de confundirlo con la pasta de albahaca?
Son detalles que parecen
insignificantes pero que tienen una influencia bárbara en nuestras vidas, como bien pone de manifiesto la letra de esa canción de Rosa Morena adelantada a su tiempo: “Echalé guindas al pavo, echalé guindas al pavo, que yo le echaré a la pava. Azúcar, canela y clavo”.
¿Por qué se reserva la pava para ella? Ahí lo tienes. ¡Porque es mejor!