El muchacho más guapo del mundo
Precioso, precioso
Si la Presidencia la ocupase Petra Sánchez y de ella dijese la cadena Ser que se parece a Superwoman y que enamora a los Estados Unidos con su físico, ¿sería machismo?
Pues ha ocurrido, pero llamándose Pedro. ¿Será feminismo?
No, será gilipollada máxima, porque Sánchez no ha viajado a los estados reunidos Geyper con nuestro dinero para encandilarlos y ganar la banda de Most handsome politician in the world, sino para otros objetivos mucho más prosaicos todavía, relacionados con la pasta, las inversiones y la prueba del algodón democrático, capítulos en los que, por lo visto, su fracaso ha sido catatónico, lo cual debería saber de antemano, porque si hay que ir, se va, pero ir para nada, es otro despilfarro.
¿O es que viajó para presumir de bronceado? La emisora no ayuda a despejar las dudas, porque para justificar el enamoramiento de la audiencia añade: “Las redes sociales se llenaban de elogios hacia el presidente por su belleza”. ¡Chúpate esa, Macron! A ver cuándo te pasa a ti algo semejante. Un derretimiento masivo de pernil, grupa y nalgada. Un corrimiento planetario sin kriptonita que lo aminore. Una licuefacción de arrebato y al instante como las sopas deshidratadas, que ni el Cary Grant de Charada.
No sé qué dirá Begoña de todo esto, pero yo se lo cambiaba por otro que tengan por ahí a medio usar, feo, desgarbado, con el pelo alborotado a lo Boris Johnson, con patas de gallo y circunvalado de michelines, pero con la cabeza bien amueblada y sabiendo lo que vale un peine.
“Es un hombre precioso”, le llegan a decir tras verlo en televisión. Me temo que en la próxima temporada nada nos libra de un Gran Hermano desde la Moncloa. Sánchez en el salón, mientras los ministros entran por una puerta y salen por la otra.