Nos tratan de parvulitos

Clarividente anónimo contemporáneo

La obsesión por el lenguaje que demuestran nuestros amados administradores públicos da una idea de lo mucho que les preocupa la pantalla y de lo poco, la buena administración.

Desde que han pinchado en hueso con la Real Academia están más calmados con el “todos y todas”, o el “miembros y miembras”. Es propio de burros y va contra toda lógica lingüística. Punto.

Pero siempre hay nuevos campos donde hurgar. Ya oyeron el otro día al presidente, todo afligido, diciendo que no se debería decir “toque de queda”, sino “restricción de movilidad nocturna”, que es una de las cursilerías más grandes jamás pronunciadas desde que alguien inventó pompis para no decir culo.

Se cree el personaje que puede modificar la naturaleza de las cosas a golpe de diccionario y no de ADN. Ustedes imagínense que se hubiese resucitado la pena de la muerte. Por favor, es solo un supuesto. El presidente anuncia la nueva medida al tiempo que nos pide a los medios de comunicación y a los ciudadanos que no la llamemos así, que no es una pena de muerte, como antes, sino la aplicación de un acuerdo sobre la suspensión de la vida a determinados individuos.

_ El caso es que lo matan, ¿no?

_ Sí, hombre; pero no suena tan fuerte.

El toque de queda significa todos en casa desde la época de las incursiones vikingas y se aplicó por muy diversos motivos hasta ayer, cuando le irrita a Sánchez porque tiene la piel muy fina.

Lo mismo le pasa al otro, que quiere meter en la cárcel a quien le llame marqués de Galapagar, siempre que él pueda seguir despotricando a diestro y a más diestro. A siniestro no se le ocurre.

Ya Zapatero quiso legislar sobre el diccionario. Y es que la cabeza no para, aunque solo sea para urdir tonterías.

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