Para broncos, España

Unos caballeros

Hay coincidencia. El debate Trump-Biden ha sido bronco y no se recuerda cosa parecida desde que Abraham Lincoln era el republicano y Stephen Douglas, el demócrata.

Y todo porque Biden llamó payaso a su rival, para rectificar de inmediato y sustituir payaso por “esa persona”. Y todo porque Trump interrumpió a gusto todo lo que le dio la gana, porque se trataron de bobos y porque parecían dos niños riñendo por una pelota.

Pues vaya cosa. Tenían que televisarles todas las semanas en traducción simultánea las sesiones de control del Congreso español para que supieran lo que es un debate bronco, encarnizado, fratricida y sin entrañas. Gente con las manos manchadas de sangre acusando a sus víctimas de no respetar el juego democrático. ¿Qué les parece?

Hienas babeantes que tratan de erosionar al símbolo común de todos que es el rey mediante zarpazos emponzoñados en odio y rencor, como hizo ayer mismo el señorito Rufián, o como hacen a diario los que pretenden sembrar la discordia porque son incapaces de concebir la política de forma diferente a un cruce de navajas en un callejón oscuro, como ya han demostrado en la historia una y otra vez.

Esos sí son debates broncos y despiadados porque en cada uno de ellos está en juego la convivencia de toda la sociedad, al tiempo que unos tipos que se dicen presidente y vicepresidente del Gobierno español, o lo alientan, o miran para otro lado, que tan miserable es lo uno como lo otro.

Fracasarán en su proyecto de dictadurita. No tienen ni las meninges mínimas para salir de su mundo de masturbaciones grandilocuentes, siempre y cuando algunos se den cuenta a tiempo de que los métodos rufianescos no tienen nada de demócratas, sino que son la expresión misma del pillaje y la delincuencia.

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