López Galuá, el antólogo de los profetas de Franco
El cura de Melide permanece 54 años en Ribadeo, donde escribe un famoso libro sobre la Futura grandeza de España
SAN MARTIÑO DE Moldes es una parroquia coruñesa, pero pertenece al arciprestazgo de Abeancos, en la diócesis de Lugo. Allí nace Enrique López Galuá (Melide, 1888), que se hace sacerdote en Mondoñedo y permanece toda su vida ligado a Trabada desde 1911 y a Ribadeo, como párroco arcipreste, desde 1923 a 1977, cuatro años más que medio siglo.
Su hermano Jesús fue alcalde de Melide durante varios años y su otro hermano Alfonso también es autor de libros religiosos.
El año 1959 Juan XXIII lo nombra camarero secreto supernumerario de Su Santidad, uno de los títulos que solía conceder el Vaticano a los sacerdotes destacados, normalmente a petición de los obispos, en este caso, del de Mondoñedo, Jacinto Argaya Goicoechea.
Asimismo tiene los títulos de monseñor y de prelado doméstico. Hoy los camareros secretos se han transformado en capellanes de S.S. y es el único título honorífico que se mantiene tras la abolición de los restantes que el papa Francisco realiza en 2014.
López Galuá, profesor de Religión en el Centro de Enseñanza Media y Profesional desde 1956, fue un personaje en toda la extensión de la palabra que dejó su impronta entre las gentes de Ribadeo y entre los lectores de sus obras, especialmente Futura grandeza de España, según notables profecías, editado el año 1939 (Moret /A Coruña) y luego en 1941 y 1943. En Moret Otero Pedrayo está a punto de editar la biografía de Marcelo Macías, su siguiente título.
El libro es una recopilación de visionarios, profetas e iluminados que han dejado negro sobre blanco la idea de que España será faro y guía mundial en la fechas inmediatas, lo que Galuá interpreta naturalmente ligado a Franco, que acaba de ganar la guerra el mismo año de la primera edición.
Entre los testimonios recogidos figuran los de Isabel Canori, San Egidio, sor Catalina Emmerich, Santa Hildegarda, la venerable Holzhausser, María de Terreaux, San Malaquias, San Vicente Ferrer, Bug de Milhas y la madre Rafols. Todos ellos comentados por don Enrique a la luz del nuevo régimen español.
Buscando a Dios (Moret, A Coruña, 1949), es otros de sus libros anteriores al nombramiento, que él presenta como un “libro para todos”, sean o no creyentes.
Cuando se conoce la decisión de Juan XXIII, Ribadeo se apresura a rendirle homenaje con una comisión en la que figuran Francisco Maseda García, alcalde; Francisco Lamas López, presidente de la Adoración Nocturna; Dionisio Gamallo Fierros, director del Instituto Laboral, Cándido García Riesgo, director del colegio Santo Tomás de Aquino, y otras personalidades.
Ni que decir tiene que don Enrique cumplimenta siempre a Franco durante las visitas que el jefe del Estado realiza a Ribadeo, casi siempre como base para sus jornadas de pesca en el Eo. El nombre del sacerdote figura entre los que llevan a cabo depuraciones políticas en Ribadeo, pero sin achacarle su intervención concreta en ningún caso.
Para la Iglesia, Galuá es activo y efectivo, como demuestra la puesta en marcha de la Acción Católica y Cáritas, o la organización en Ribadeo del Congreso Eucarístico de 1962, al que asiste la duquesa de Alba en su condición de condesa de Ribadeo.
Del sacerdote se comentan también aspectos más mundanos, como su gusto por el champán, una bebida a la que nunca le hizo ascos, y de la que llega a decir que bien podría casarse él con la viuda, en referencia a la Veuve Clicquot, la conocida marca del prestigioso champán francés.