Arce se viste de Paul Reader para hacer de Clark Kent
El escritor y periodista de Chantada lucha por el reconocimiento literario mientras vende miles de libros
HACE TRECE AÑOS, el 17-XII, fallecía en Barcelona Carlos de Arce Robledo (Chantada, 1932), un magnífico periodista y un excelente escritor. Tuvo un sentido especial para vender libros, investigó causas siempre interesantes y fue el eterno finalista de todo cuanto premio literario al que acude. Es un decir.
En la década 1957-67, no hubo otro novelista en España que estuviese más veces presente en las fases finales de los premios literarios que él: Planeta (1957), Hispanoameriano de Novela Blas Galende (1957), Elisenda de Moncada (1958), Nadal (1959), Ciudad de Barcelona (1959), Planeta (1960), Ciudad de Barcelona (1962), Elisenda de Moncada (1963), Nadal (1964), Elisenda de Moncada (1964) y Planeta (1965).
Esta experiencia en premios y finales la plasma en Grandeza y servidumbre de 20 Premios Planeta (1972). Su trayectoria lo ha hecho descreído. Los premios se dan de antemano. Sabe que algunas de las novelas suyas son mejores que otras de las premiadas, pero ya está convencido de que ganar no es una competencia de calidades, sino otra cosa. Eso le lleva hasta la orilla, pero una vez allí, dejan que se ahogue.
En realidad, hay de todo. Duelos de cualidades y operaciones comerciales.
Cuando Ramón Clemente, corresponsal de La Noche, lo entrevista para su sección Gallegos en Barcelona, muestra su desencanto acumulado, al tiempo que nos permite conocer mejor su biografía.
_ (Los premios) han ayudado a crear un confusionismo grandioso dentro de las letras españolas. Han incrementado la venta del libro y sobre todo han hecho que los oficinistas se conviertan en escritores.
_ ¿Significa algo el que a uno le den un premio?
_ En absoluto. Se puede ser buen escritor y no tener en cartera ningún galardón.
Él gana uno, el Miguel de Unamuno.
De las novelas con galardón le gustan Nada, de Carmen Laforet y La Noria, de Luis Romero, pero aborrece El Jarama: “El libro de Sánchez Ferlosio no es más que diálogo. No aportó nada a la novela española, puesto que la manera de hacer de Ferlosio nos la ha dado antes Hemingway en Adiós a las armas”.
Carlos explica que escribe por necesidad y que para publicar un libro se vale de un seudónimo que suena a inglés, Paul Reader. El Clark Kent periodista se pone el traje de Paul Reader. Así son las cosas. “Paul Reader me permite vivir bien, ser leído continuamente y traducido”.
Clemente se interesa por el libro que le ha dado más dinero y De Arce contesta con un futurible: “Los procesos españoles, que me editará en fecha próxima Bruguera con el seudónimo de Paul Reader”.
Se queja del localismo de la novela española, pero destaca entre los coatáneos a Bartolomé Soler, Tomás Salvador, Núñez Alonso, Elena Soriano, Ignacio Aldecoa, Miguel Delibes y Camilo José Cela.
Entonces piensa en ir a París a perfeccionar el francés y presentar una novela al Goncourt, bajo el título El Padre Bernardos. No consta, al menos con ese título. Promete una novela sobre Galicia, que tampoco consta y alaba por encima de todos la obra de Valle-Inclán, “ya que supo escribir sobre la región gallega en un idioma que pudiera ser entendido por el resto de España”.
Seguro que han tropezado con Paul Reader, sin saber que es Carlos: Exploraciones famosas, Lacras sociales, Biografía de las pasiones, Cárceles famosas y Biografía de las perversiones. O con su obra periodística: Por Europa en Auto Stop, El insaciable Eros, Eros Blanco, José Antonio, Los generales de Franco, ¿Quién es quién en la nobleza española? y El crimen de Níjar.