Brexit y muralla

¿Todo es susceptible de ser votado?

Anduvo renqueante la muralla lucense durante todo el año de 1905. Que si la lluvia, que si la vejez, que si un poste de telégrafos incrustado con fuerza hercúlea, el resultado es siempre el mismo. Un cubo se derrumba y los habitantes adosados al monumento deben salir por piernas para no quedar sepultados.

La ciudad se divide en dos bandos. Los conservacionistas y los partidarios del derribo. Los primeros tienen mejor acogida en El Norte de Galicia; los segundos, en El Regional. Quién lo diría.

La polémica se encona. Hay intereses económicos entre los de la piqueta. Se llevan las manos a la cabeza Cobreros, Emilio Tapia, Ramón Nicolás Soler, Montenegro y el presidente de la Diputación, Germán Vázquez de Parga. Surgen unos terceros, para abogar por una eliminación parcial. E incluso unos cuartos, para convertirla en rampa desde San Fernando a San Pedro.

Entonces aparece el genio de la lámpara y aconseja: Hagamos un plebiscito. El Brexit. Lo que diga la mayoría ha de ser bueno por ley democrática.¡Qué horror! Exclaman los conservacionistas. ¿Cómo va a quedar al albur de unos cuantos votos el juicio sobre la muralla? ¿Es que acaso puede dudarse de que es un bien preciado?

El Cameron de turno _ cuya exacta identidad ni siquiera se conoce, porque aquí reina el anonimato _, hace gachas las orejas y calla. Aunque la primera reparación se cae al día siguiente por chapuza y chafallona, las aguas se calman, logramos llegar a 1921 y se declara Monumento nacional.

Vamos, que Lugo le da sopas con onda a Cameron y a Gran Bretaña, porque ellos sí que se han metido en un charco y no saben qué hacer para salir, no de Europa, sino de su plebiscito.

Y es que hay cosas que no se deben preguntar. Nada te garantiza que a las mayorías no se les crucen los cables.

Un comentario a “Brexit y muralla”

  1. Tolodapinza

    Es que los referéndums (si no están muy bien “teledirigidos”) los carga el diablo y puede salir un San Antón con barbas, cuando todos estaban segurísimos de que estaba más que cantado que saldría una Purísima Concepción.

    Que es, salvando las equivalencias, lo que le pasó al bueno de Cameron. Se tiró el farol de convocar el referéndum, para legitimarse más en el cargo en la seguridad de que el resultado sería inocuo, y ¡zás!, el resultado le salió rana.

    Todavía debe estar volando a consecuencia de la patada en el antifonario que le propinó “su” referéndum.

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