De violaciones
Ya no existe la cabina
Inmaculada Colau nos revela que ha estado a punto de ser violada dos veces, pero en la primera la salva un chico con un patinete y en la segunda, la policía. Por desgracia son circunstancias muy frecuentes.
Yo he tenido la oportunidad de desbaratar una violación y me siento muy orgulloso, aunque allí primó la inconsciencia a la valentía.
Fue hace más de cuarenta años. El violador atrapa a la chica en una cabina telefónica, como la de Mercero y López Vázquez. Es de noche y se encuentran frente al Colegio Mayor San Pablo CEU de Madrid. La quiere arrastrar, pero ella forcejea y se resiste.
En ese momento pasamos en un taxi María Teresa Sierto, Pedro Tort y el arriba firmante. Lo vemos y gritamos al taxista para que se detenga. El hombre duda y finalmente lo hace unos cincuenta metros más allá de la cabina.
Los tres nos lanzamos a la carrera hacia el agresor y su víctima. Éste nos ve y la suelta. Sale a la calle y nos apunta con una pistola agarrada con las dos manos y las piernas flexionadas. Seguimos corriendo hacia el arma, sin miedo, pero también sin conciencia real de la amenaza. Lo hablamos después muchas veces.
Tras unos segundos apuntándonos, el hombre desiste de disparar, sale corriendo y se introduce en el coche donde quería llevarse a la universitaria, con el que se escapa a gran velocidad. Ella se había retrasado en la biblioteca y llamaba a su padre para que viniese a buscarla.
Fuimos noticia nacional y siempre me pregunté cómo podría haberle cambiado la vida a aquella joven de no aparecer nosotros como somatenes desarmados.
La CUP dice que los actos violentos pueden servir para conseguir la independencia. Seguramente Colau, que está muy cerca de hacerse independentista, no comparte ese método, ¿verdad, alcaldesa?