El obsoleta
Todo gracias a mi amigo
Me encuentro de bruces con un compa de bachillerato al que no veo desde los tiempos de la reválida.
_ ¡Hermesindo! ¡Cuántos años!
_ ¡Y tantos!
_ ¿Qué ha sido de tu vida?
_ Anduve dando tumbos, pero desde hace una buena temporada me van muy bien las cosas.
_ No sabes lo que me alegro. ¿Y a qué te dedicas?
_ Soy obsoleta.
_ ¿Perdón? Disculpa mi ignorancia, pero no tengo ni idea de lo que pueda ser eso.
_Me encargo de programar el tiempo de funcionamiento que van a tener los aparatos.
_ Su funcionamiento… ¿hasta que se estropean?
_ Exacto, lo que se llama la obsolescencia programada. Yo estoy al frente de un equipo de muchas personas que nos dedicamos a eso.
_ ¿A qué? ¿A jorobarnos la vida a los demás?
_ No, no te creas. Somos muy útiles. Sin nosotros iríamos directamente al caos. Mira, te explico. Casi todos los aparatos han llegado a ser perfectos. Podrían durar toda tu vida y la de tus hijos funcionando sin fallos, pero si eso ocurriese sobrarían más de la mitad de las fábricas actuales, aumentaría el paro, muchos comercios cerrarían y no se podrían implantar los nuevos avances, ni una tecnología más moderna.
_ ¡Vaya! ¿Y cómo os organizáis?
_ Nos traen los productos, los examinamos y determinamos cuáles son las piezas que se pueden sustituir por otras peores que se rompan, que se fundan o que se gasten.
_ ¡Abracadabrante!
_ Mucho curro.
_ Y de salud ¿qué tal andas?
_ Fatal. La espalda me trae frito. Al estómago tengo que cuidarlo con purés y el corazón ya me ha dado tres avisos.
_ Bueno, ten en cuenta que hay que dejar sitio a las nuevas generaciones.
_ Oye, que yo no tengo ninguna prisa.
_ ¡Toma! ¡Ni yo quiero tirar mi ordenador!