Asamblea de jefes
No sé si a Rajoy le encaja mejor el nombre sioux de Piel de Elefante, o el de Toro Sentado, aunque los dos son complementarios porque cuando el presidente ejerce de toro nunca se olvida de que también es paquidermo.
Se supone que le habrá gustado la forma en que lo rebautiza Merkel, candidata a confirmarse como Arrastrando Canoa, antes, durante y después del gran jefe Panocha al Viento.
¿Quién es el Caballo Loco en esta historia de hombres y mujeres de las praderas traspasada al siglo XIX? Podría pensarse que el título le encaja bien a Pedro Sánchez, pero para él, y mientras no se demuestre lo contrario, hay un jefe indio shawne que le viene al dedo. Se llamó Tecumseh y su traducción más exacta es Estrella Fugaz.
Caballo Loco, corríjanme si me equivoco, es título que le aviene a un personaje descabalgado, valga la contradicción, llamado Artur Mas. Su galope hacia adelante, con orejeras y sin freno, será estudiado como una de las estampidas más irresponsables de nuestra historia inmediata y con consecuencias todavía imprevisibles.
Hay un jefe kiowa poco divulgado, ni por el cine, ni por las enciclopedias de las praderas, que se llamó Tene-Angopte, o sea, Pájaro Pateador. No me digan por qué _ o mejor, díganmelo _, pero bajo ese nombre intuyo a Iglesias.
Quizá sea por Pájaro, quizá por Pateador, pero el caso es que cuando ahora repaso la lista de jefes indios para escribir esta tontá, al tropezar con PP, imagino PI.
Y ya así, al bulto, el inconsciente empareja a Garzón con Nube Roja; a Tardá, con Oso Blanco; a Rivera, con Conejo Corredor; a Susana Díaz, con Mangas Coloradas y a Esperanza Aguirre, con Pequeña Tortuga. Queda uno por adjudicar. ¿A quién llamamos Creador de Humo, que también lo hubo?
22 de Noviembre , 2016 - 12:35 pm
El título de creador de humo ha de adjudicarse, en mi nada modesta opinión, a José Luis Rodríguez Zapatero.
No es que antes del bobo solemne estuviera el aire totalmente limpio, pero hay que reconocer que nadie como él supo generar humo, a veces hasta sin fuego.
Aventó a conciencia los hogares nacionalistas (recuérdese aquello de “aprobaré lo que venga del Parlamento de Cataluña” o lo de la “nación discutida y discutible”.
Removió (casi literalmente) las tumbas de la guerra civil, tratando de ganarla 70 años después de su final, y resucitó, con el máximo interés, el conflicto de las dos Españas que habíamos conseguido mantener dormido durante la transición.
Con todo aquello, dejó una nube humo tóxico que todavía nos rodea, un humo acre y espeso, como si fuera (esperemos que no llegue a serlo) de pólvora.