La excepción a la regla
Memorable alcaldada a favor de los delitos de Mas
Es causa de gran escándalo escuchar la defensa de aquellos que tienen problemas con la justicia cuando pertenecen al partido contrario, pero esa actitud es la única que se adopta cuando pertenecen al nuestro. Fruto de este doble rasero es que nadie hace demasiado caso de lo que pueda salir de la boca de un político en esas ocasiones porque van mucho a lo suyo.
¿Por qué no puede defender Susana Díaz a Chaves y Griñán; Homs a Mas, Mas a Homs, Rajoy a Rita y Pablo a Monedero? Lo extraño es que no lo hagan también con los adversarios por aquello de que prime el gremialismo. Pero no. La pertenencia a otras siglas es motivo suficiente para jurar y perjurar que sus personajes son las tres ces, culpables, corruptos y cabritos; mientras los nuestros son las tres bes, buenos, bonitos y baratos.
Como eso no se lo traga ni Gargantúa después de un mes de ayuno, podrían ahorrarse los esfuerzos exculpatorios y remitirse al socorrido recurso de decir que “la justicia pondrá las cosas en su sitio”. Y así, cuando acaben los largos procesos a los que se enfrentan sabremos que su sitio es la cárcel o el Consejo de Estado.
El caso de Rita Barberá se escapa de esta norma general, porque mucho antes de saber el verdadero alcance de sus posibles delitos se ha visto desamparada por todos. Por parte del enemigo era de esperar, pues así se da cumplimiento a la regla general de las tres ces, pero por parte de los de casa se han oído frases gruesas que pocas veces se dirigen, ni a los de enfrente.
Se trata de explicar el fenómeno barbaricense recordando el delicado momento que se vive, a las puertas de dos elecciones y con el gobierno pendiente de una tercera pinza que lo haga posible.
Hombre, no seamos ridículos. Ahora va a resultar que la gran Rita Barberá, la transformadora de Valencia, era un lastre para el PP.
18 de Septiembre , 2016 - 14:58 pm
Del caso, se pueden sacar varias conclusiones:
- La presunción de inocencia, reconocida constitucionalmente, ha dejado de existir cuando el investigado es un cargo público. Si ha de ser así, que sea, pero cámbiese la Constitución, poniendo que la presunción de inocencia no alcanza a los políticos. Así, volverán a coincidir la norma y su aplicación práctica, cosa siempre deseable en un Estado de Derecho.
- El problema es que, en Valencia, ha habido mucha y más grave corrupción que el acto concreto del que acusan a Barberá. Dicho acto es el llamado “pitufeo” o “smurfing”, consistente en blanquear cantidades que un partido político ha recibido en negro, camuflándolas como pequeñas donaciones de los afiliados. ¿Es correcta dicha práctica?. Desde luego que no. ¿Se ha practicado con carácter generalizado, en el PP y en los demás partidos?. Desde luego que sí.
- Nadie debía permanecer como Alcalde/esa de un municipio durante 24 años. La permanencia en el mismo cargo durante un período tan prolongado es algo absolutamente indeseable, y es circunstancia de la que derivan buena parte de los lodos que ahora nos llegan a la cintura.
- El poder de los medios de comunicación (imprescindibles en una sociedad libre) se convierte en algo tóxico cuando es mal utilizado. El periodista debe buscar y publicar información de interés, pero no puede constuirse, de facto, en policía, fiscal y juez, como así sucede (no en todos los medios pero sí en la mayoría) en la España de nuestros días.
Supongo que se pueden sacar más conclusiones, pero es lo que se me ha ocurrido según iba escribiendo.