Dalila
Dalila, a lo suyo
Son tan feos y repiten unos eslóganes tan viejos ésos que se dicen novísimos sin ser los nueve poetas que encumbró Castellet, que te obligan a preguntarte durante todo el día dónde demonios reside su atractivo para que unos mentirosos ganen un referéndum en Gran Bretaña, unos fachas amenacen con volar la UE, o unos dinamiteros se papen al PSOE.
Dicen que se aprovecha de que la gente está indignada, pero yo creo que son ellos los que indignan a la gente y después se ofrecen para salvarla.
Uno de los lugares donde el voto en contra de Europa logró mayor abigarramiento fue Cornualles y precisamente había sido Cornualles la zona que registra el mayor porcentaje de ayudas comunitarias. Es de imaginar que harían como en muchas partes de España, donde pillaron las subvenciones y las dedicaron a todo lo contrario de los fines para los que habían sido concedidas. Y claro, ahora están indignados.
A diferencia de lo que se predica en esas formaciones, la indignación es el estado permanente del pobre de espíritu. Ningún indignado ha pasado a la historia en mérito a sus cabreos, salvo algún asesino en serie que mató a destajo y muy enfadado.
Qué feo es Donald Trump, qué pelo más estropajoso luce y qué cortas entendederas imaginas dentro del coco de sus admiradores. Qué miedo da ese ultra holandés llamado Geert Wilders que peina una mata de pelo tan abombada que a veces más parece peluca judicial que fruto de su cuero cabelludo. Qué fea es Marine Le Pen cuando levanta el brazo por encima de ese casquete rubio rematado en sendas patas de silla Luis XV.
¿Qué le pasa a todos con el pelo? ¿Qué ocultos poderes le adjudican al remate capilar? ¿Son fieles seguidores de la máxima Donde hay pelo hay alegría? Dalila sabría qué hacer con todos ellos.