Confesión de parte
Rematadas las celebraciones de rigor y sin miedo a que se modifique el resultado, es hora de que el madridismo reconozca la teoría de la conspiración que se le achaca estos últimos días con insistencia, y a lo largo de su historia en general.
Sí, señores; no solo Sergio Ramos estaba en fuera de juego, sino que a Griezmann se le facilitó un TriNaranjus en mal estado para que fallase el penalty y el balón de Juanfran Torres estaba imantado para que se fuese directo al poste izquierdo. Estos dos últimos sabotajes fueron realizados directamente por Florentino con la encomiable ayuda de Sanchís.
A ello hay que añadir la sofisticada tecnología empleada para burlar los controles en los sucesivos sorteos para evitar a los rivales más difíciles, que iban siempre para el Atlético en la confianza de que ellos sabrían dar buena cuenta de esos engorros.
El método empleado fue calentar siempre la bola del rival más fácil para ir a por ella en cuanto apareciese la del Real Madrid. De hecho, por miedo a que se enfriase, la bola de semifinales se calentó de tal manera que Dejan Stankovic, el exjugador del Inter de Milán encargado de la extracción, tuvo que recibir una impregnación de crema Halibut en sus yemas derechas al final del acto. “Duele de carajo”, manifestó Dejan en su serbio natal.
Al tiempo que se reconocen todas estas irregularidades, el madridismo debería renunciar a las cinco primeras copas de Europa _ las de pentacampeón _, porque las negoció Castiella bajo cuerda. “Miren que don Francisco se va a cabrear”, les dijo el ministro de Exteriores. Con lo que querían a Franco en Europa, fue oírlo y ponerse manos a la obra. Por fortuna en aquella época no les hizo falta calentar ninguna bola y se libraron de las quemaduras. En aquel momento fue más sencillo. “No cubráis a Di Stéfano”, fue la consigna.
31 de Mayo , 2016 - 9:06 am
¡Ah, no! Por aquí no paso.
Cora, reciba mi más vigorosa censura. No debería emplear este espacio privilegiado del que dispone para hacer alegados madridistas.
¡No haga gala de sus deleznables vicios en público, hombre!.
Yo soy del Barcelona, y lo mantengo oculto como si fuera la lepra.
31 de Mayo , 2016 - 16:27 pm
Nunca he visto un partido de fútbol, y en esta superfinal madrileña, mientras los numerosos hombres de la casa se acaloraban con el competido encuentro , yo leía la prensa, esa mi debilidad, más fresca e indiferente que una lechuga ante tales ardores.
Ese distanciamiento de la pasión futbolera me proporciona una objetividad e imparcialidad que me permite sostener:
-Es asombroso el entusiasmo, la alegría, el dolor próximo a las lágrimas que llenan los corazones de los varones con ocasión de los grandes partidos. No puedo evitar cierta ternura, y la convicción de que los hombres siguen siendo niños grandes, niños que juegan hasta el RIP. Da un poco de envidia, la verdad.
- No es justo que, después de superar tantos encuentros y llegar a la finalísima, incluso mantener el tipo todo el partido, y solo por unos centímetros de error o de acierto en una sola tirada a portería, el mérito del segundo quede olvidado, y la chiripa del primero lo convierta en sandiós. O san Cristiano.
-En otros deportes, se van acumulando méritos, marcas, esfuerzos, triunfos, así que, quien sube al podium es incontestablemente el mejor. En el fútbol, una levísima inclinación del tobillo o desvío del larguero, te hace pasar de héroe de fontana a maldito excomulgado. No es justo, repito.
Aunque quizá una profana de estas cuestiones no sabe interpretar bien los pormenores. En fin, la “orejona” apenas cabrá ya en las vitrinas del RealMadrid, mientras le esperaba con ansia la afición del Atletic. Otra vez será. O no.
31 de Mayo , 2016 - 18:53 pm
Pero no debían ponerse tatuajes, que los ven los niños!