Deficiencias educativas
El mensaje es confuso, pero se entiende
Más que un Manual de Okupación, como el que se divulga a toda pastilla para conocimiento y uso de la muchachada, lo que echamos en falta es una Ética a Nicómaco, o libro similar, donde se establezcan las bases y la razón de ser del okupa como ente distinto y contrapuesto al okupado, que por fuerza hemos de ser todos los demás.
Los que hemos sido educados en línea con Aristóteles y su ética nicomáquea, con Platón, con Heráclito y Parménides, con Hume y con una lista de varios millones de filósofos, juristas, pensadores y escritores, entendemos perfectamente la conveniencia de que los manifestantes lleven capucha para no ser identificados, que se aprovechen de los contenedores para surtirse de proyectiles e incluso que se tatúen el número del abogado en el brazo para que nadie se lo quite, que ya son ganas de pintarse el cuerpo con cualquier cosa.
Lo que no entendemos con tanta claridad es el para qué. Seguramente se trata de una deficiencia en nuestra educación, una más, pero el caso es que el capítulo del okupa no aparecía en ninguna de las asignaturas, ni en ninguno de los grados alcanzados, salvo, eso sí, en Filosofía del Derecho y en algunas de las ramas que tratan de la propiedad privada, aunque en esos textos no salen muy bien parados y se les denomina con otros nombres.
El hueco que falta por llenar es la obra sobre la esencia de este movimiento tan listo que ha conseguido que un alcalde les pague por el morro un alquiler de 5.000 euros, desperfectos incluidos, a cambio no se sabe muy bien de qué; si de estar quietos y no okuparse de nada más, o de mantener aquello en perfectas condiciones de inutilidad.
En resumen, nos falta por saber qué aspecto de la sociedad mejora si en vez de tener cien okupas inevitables, logramos tener un millón.
29 de Mayo , 2016 - 22:08 pm
El fenómeno de autocorrosión que vive nuestra sociedad tiene muchas manifestaciones.
La de los okupas en Barcelona es especialmente llamativa, pero, por el momento, tampoco ha sido tan grave. Por el momento, no ha habido muertos. Que se ponga en cuestión la propiedad privada, o que se quemen la propiedad pública, o que se rompa la crisma a la Policía… ¡esto ya es el pan nuestro de cada día!.
Sin ánimo de polemizar (con la única finalidad de tocar un poco “lo que viene siendo”), pregunto yo: ¿tiene autoridad para criticar a los okupas, el padre que no ha mandado a su hijo al examen de reválida?.
Puede que a alguno le parezca desorbitada la comparación, pero el problema se inicia cuando elegimos qué leyes cumplimos y cuáles no. A partir de ese momento, y de que tal actitud es aceptada por la sociedad, es cuestión de tiempo que se incumplan todas y el sistema quiebre.