Caída sin red
Va todo chupi
Se puede decir que Moody´s es una agencia de calificación privada que atiende a sus intereses de economía neoliberal, capitalista y de mercados. Se puede decir porque es verdad.
Ahora bien, si Moody´s, o cualquiera de sus similares, rebaja la calificación de la deuda catalana por debajo del bono basura, lo que no se puede decir es que no importa, o que lo señores calificadores barren para casa, o que se han equivocado alguna vez, o que son muy inexactos, o que te da lo mismo, sencillamente porque solo enmascaras la verdad y la verdad es que te estás yendo al carajo.
No es ninguna sorpresa, lo raro sería que con Colau y sus cuates, con la meona como estandarte de la comunicación, el buen gusto y la vanguardia; con la CUP y los independentistas repentinos, con los okupas por las calles, con los militares fuera de las ferias de la juventud por ser considerados indeseables, con un gasto desaforado en parafernalia absolutista, racista e intolerante; con dificultades para pagar nóminas esenciales frente a sueldos superfluos de políticos y gestores que encabezan la escala nacional, con un padre de la patria que se revelado como el mayor ladrón de la historia moderna española, muy por encima del resto de los casos que nos abochornan; con representantes públicos que hacen gala del odio y la violencia, con otros cuyo mayor invento es retrotraernos a la edad de las cavernas para que sea la tribu la encargada de criar y educar la prole sin que al mismo tiempo se le caiga la cara de vergüenza… lo raro sería, decíamos, que Moody´s no la llevase hasta la categoría Ba3, tres grados por debajo del bono basura y cerca ya de la nota que alcanza Venezuela, un Caa3, que es sinónimo de poca o ninguna esperanza.
Y no será porque no estuviese claro en sus programas de gobierno. Lo dicen a las claras. Somos anticapitalistas.
28 de Mayo , 2016 - 18:52 pm
Cataluña siempre ha sido vanguardia en España, para lo bueno y para lo malo.
Quizá podría entroncarse el furor okupa y antisistema que hoy les invade con el anarquismo que tanto predicamento tuvo en Cataluña, especialmente en Barcelona, antes de la Guerra Civil.
Las circunstancias actuales parecen orientar a un combinado explosivo: en un entorno de crisis económica, con una presión de los separatistas como nunca se había visto, y con la presencia de los grupos antisistema y sus terminales políticas, que tienen en una mano la llave de la estabilidad parlamentaria de Puigdemont y en la otra el cóctel molotov, es difícil hacer predicciones sobre el futuro inmediato, pero los augurios no apuntan a nada bueno.
Grave es que Cataluña se vea en tal situación, pero más grave es que, ocurra lo que ocurra, la evolución de los acontecimientos tendrá repercusión directa e inmediata en el resto de España.
Y lo peor es que se puede hacer muy poco para evitar el desastre.