Lolita, la del hotel Conde
El Hotel Conde en uno de los planos de Gómez Román
No se puede precisar si fue antes el huevo o la gallina; si a Manuel Somoza Salgado se le ocurre destinar a hotel el magnífico edificio que encarga al arquitecto Manuel Gómez Román para la esquina de Santo Domingo con San Marcos, o la idea surge tras charlar con Lolita Conde Gestal, Lolita la de las pieles.
El caso es que el proyecto del edificio que albergará el Mercantil y la Jefatura Provincial del Movimiento, entre otros destinos, ya recoge en 1925 la intención de dedicarlo al Gran Hotel Lugo.
Y ahí es donde la leyenda de Lolita se acrecienta como leche al fuego. La majestuosa obra que concibe Goméz Román para Somoza, vecino de San Martiño de Río, en Láncara, será el último alarido en lujo hotelero y de sus maravillas se hablará de todo el orbe.
De ello se encarga esta cosmopolita mujer, que conoce la pompa y el boato de los mejores hoteles de Francia y que tiene pasta a raudales, o eso parece. Otro de los socios capitalistas que harán realidad el Taj Mahal lucense es Manuel Losada, de Viveiro, al que Lolita conquista y emboba durante un viaje en tren cuando coinciden en el mismo departamento.
Para dar fe de que el proyecto es una espléndida realidad, la primera adquisición de Lolita es un piano de cola destinado a las manos más expertas, de Ramoncito Chao para arriba, y que lucirá en el salón mientras lo más granado de la sociedad toma el té y ve cómo entran y salen viajeros de postín. La segunda, un coche alargado y fulgurante en el que Lolita se desplaza para hacerse ver por todos. Y la tercera será para insertar en la prensa los anuncios donde se comunica que la elegancia ha llegado a la ciudad, aunque ahora ya no es el Gran Hotel Lugo, sino el Hotel Conde, su apellido, que se aviene a la historia de los míticos Bolaño y Pallares como anillo al dedo. Los amurallados no salen de su asombro.