Chao, el niño prodigio
Ramoncito en la previa del concierto
A Ramón Chao Rego no se le puede sacar del anonimato por una razón de peso sobrado, como es alcanzar la fama con solo diez años, lo que se dice un niño prodigio, un Arturito Pomar, un Pepito Arriola.
Su arma es el piano gracias a la insistencia de su padre, que regresa de Cuba con la firme determinación de convertir a uno de sus seis hijos en consumado concertista, así tuviesen el sentido musical encastrado en los calcañares, que es el lugar más alejado de los huesos del oído.
El villalbés fracasa con los cinco primeros hasta que se le pone a tiro Ramoncito y éste sí, viene al mundo con hechuras de Rajmáninov, como descubre la organista doña Sagrario cuando le hacen entrega del benjamín de los Chao para que lo desemburre en arpegios a los seis años.
El rapaz responde _ él dice que a contrapelo _, y a la edad de diez aprueba en una tanda tres años de solfeo y piano en el Real Conservatorio de Música y Declamación de Madrid. Ha nacido el genio soñado por el señor Chao.
Los villalbeses ya habían saboreado las mieles del infante, de modo que el siguiente paso obligado en la escala musical era presentarse en Lugo, previa audiencia con el gobernador civil para que se vea que el régimen también produce fenómenos de calidades contrastadas.
Ejerce de introductor el notario Demetrio Méndez Curiel pasados los sanfroilanes de 1946, cuando Ramoncito tiene 11 años y de sus manos salen bien hilvanadas todas las notas de la Marcha turca de Mozart, la Carmen de Bizet y la Marcha militar de Schubert, como influencia de la reciente guerra. Fue en el Círculo y lo presenta el director del Femenino Gonzalo Valentí Nieto.
El éxito es rotundo, como manda el tópico. Ahora su profesora es Lolita Pérez. Ella, el niño y la Delegación de Educación Popular, organizadora del concierto, reciben efusivas felicitaciones.