A Alaska no le gustan los toros y se fotografía desnuda. A Nuria Llagostera le encanta el tenis y también se deja plasmar desnuda. El Siglo de Argentina informa que cientos de adolescentes de su país se pirran por colgar de la red sus fotos en pelota picada. Spencer Tunick pide voluntarios para ser fotografiados en cueros y se apuntan tres mil personas. En México tuvo 18.000 cuerpos ligeros de equipaje a la entera disposición de su cámara. “Estamos dejadas de la mano de Dios”, dijeron unas deportistas de Sagunto. Acto seguido se desnudaron y se hicieron una foto.
Todos estos casos, y mil más a disposición de la estadística, son fotos muy bien recibidas por el público. El cuerpo sin Kodak no es nada, no existe; como casi todo. Los pintores y escultores llenaron sus obras de desnudos mucho antes de que comenzaran a hacerlo los fotógrafos, pero a medida que surgieron nuevas posibilidades de difusión, las ansias por mostrase in puribus crecieron ad infinitum.
El cuerpo es el mensaje, y es tan diáfano que tanto sirve para pedir que cierren la Maestranza, como para aupar el tenis femenino, el Europeo de fútbol, un club saguntino o la Plaza de las Tres Culturas. Y por supuesto, siempre en alabanza del sexo. Sin sexo, los cuerpos desnudos se convierten en fotografías de la famélica legión, desnutridos o enfermos, que la humanidad permite masacrar generación tras generación. Y son muy molestas, la verdad, sobre todo si te las ponen a la hora de comer. Es más nutritivo ver el culo de Alaska, por si te abre el apetito, que el de ese niño africano, sin glúteo y con la cabeza del fémur a punto de horadarle la piel.
Felices nosotros que nos permitimos el lujo de tener toros, de estar contra ellos, de desnudamos a nuestro antojo y de que encima nos saquen una foto.

Esta entrada se publicó el Viernes, 30 de Mayo , 2008 a las 12:29 pm y está clasificada en General. Puedes seguir las respuestas a través de el feed RSS 2.0. Puedes dejar una respuesta, o trackback desde tu sitio.