La madre del cordero
La mala educación tiene un precio. Así lo ha entendido la Audiencia de Sevilla al emitir esa histórica sentencia que condena al pago de una multa de 14.000 euros a la madre de una bestezuela que se ensañó con un compañero de clase. Es justo que así sea, pues aunque la mujer lo hubiese llevado a los mejores internados de Suiza, la responsabilidad por las barrabasadas de los menores recaen en los progenitores A y B.
Pero aún en plena conformidad con la sentencia, se nos ocurre ofrecerle a la mujer, ya que estamos en Sevilla, una jartá de argumentos en los que basar su recurso, pues hoy se exige a los padres un esfuerzo sobrehumano para contrarrestar las influencias nocivas que toda la sociedad se empeña en derramar sobre los infantes, sin que éstos tengan la más mínima referencia sobre lo que ha de ser una conducta de recto proceder. Qué antiguo.
Las dificultades alcanzan extremos del absurdo. El gamberro de toda la vida tenía conciencia de la gamberrada, se ocultaba de los padres para hacerla y escapaba de los guindillas para no caer en sus redes. Al menos era sabedor de que actuaba fuera o en contra de la ley. De esa situación se ha pasado a la exhibición del delito, y lo que es más grave, se reivindica el derecho a cometerlo. El principio kantiano de la norma de conducta universal ha pasado a ser “Hago lo que me da la gana”. Y curiosamente, las ganas casi nunca son de componer una suite para orquesta y coro.
La Justicia le exige a la madre sevillana lo que no le exige a la sociedad, así considerada, toda por junto.
Hay un individuo, le llaman artista, cuya última obra consistió en atar un perro en una sala pública y esperar a que muriese de hambre. Dicen que es el creador más odiado, pero a nadie se le ha ocurrido meterlo una temporada en la cárcel.
24 de Marzo , 2008 - 0:00 am
No, hombre, no. La culpa no es de ZP. Yo no creo que todos los males de nuestra sociedad hayan llegado con ZP. Creo más bien que ha hecho muy poco por solucionarlos, pero tampoco pretendo culparle hasta del tiempo que hace. Como también decía ayer, me diferencio en esto de otros muchos que creen ciegamente que Aznar mató a Manolete.
Nuestra sociedad tiene un grave problema con sus jóvenes (o quizá sea la manifestación en este sector social de una desintegración general de nuestras estructuras sociales). El caso es que la juventud presenta una problemática específica y, en determinados casos, aguda.
Lógicamente, debemos buscar las causas de esta problemática. ¿De dónde viene el deterioro, de la familia o de la escuela?. No es fácil la cuestión, ya que ambas instituciones no es que estén en crisis, es que están prácticamente en derribo.
¿Es un problema de falta de disciplina, tanto en la casa como en la escuela?. Yo no creo que la disciplina sea un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar el fin deseado: preparar a las personas durante su fase infantil y adolescente para una convivencia como adultos ordenada, pacífica y respetuosa con los semejantes.
A día de hoy, ni los más iluminados de nuestros “progres” creen ya que pueda reconducirse la situación sin reconstruir la autoridad, tanto de los padres como de los maestros. El problema es: ¿cómo?. La situación ha alcanzado un grado tal de degeneración que no es fácil imaginar soluciones viables. Después de varias generaciones mirando para otro lado, encarar el asunto no es tratar de ponerle el cascabel a un gato, sino a un tigre.
Las consideraciones anteriores se refieren más bien a la problemática general de nuestro sistema educativo y su traducción en la juventud. Para los casos puntuales (puntuales, pero muy abundantes) más graves, relativos a actos violentos o cuasidelictivos, como los que dan origen a la sentencia que hoy comenta el Sr. Cora, el mejor remedio sería la generalización de tales resoluciones judiciales.
Es bien triste que haya que llegar a estos extremos para revitalizar, o mejor dicho resucitar, un concepto tan básico como es la responsabilidad de los hijos sobre los padres, pero hay antecedentes que permiten confiar en la efectividad de la vía judicial para solventar estas situaciones.
En concreto, recordemos los numerosísimos episodios de algaradas juveniles (no por juveniles menos violentas) protagonizados por bandas de adolescentes, durante los años 80 y 90, en lo que se denominó popularmente “kale borroka”. Evidentemente, se trataba del más censurable uso de una juventud desnortada como carne de cañón barata al servicio de una ideología política y de una estrategia terrorista, pero no vamos a pretender muchas finuras morales por parte de Batasuna-ETA.
En fin, el caso es que, durante los años de Gobierno de Aznar (el “octenio ominoso”, habrá que empezar a llamarlo), se acordó, un buen día, que se aplicase la ley (¡importante novedad!), y comenzaron a exigirse responsabilidades civiles a los padres de las criaturas por los destrozos que los tiernos infantes habían causado. ¡Oye! ¿te crees que se acabó al instante la “kale borroka”?. A lo mejor fue una coincidencia, pero el caso es que se acabó.
Visto lo visto, hay que creer que había muchos padres a los que les importaba un carajo lo que su hijo hiciera por las noches, y que a lo mejor incluso decían que no podían controlarlos, pero que vieron resucitar de golpe su responsabilidad y su autoridad paternas cuando recibieron la notificación de embargo. Como dije antes, es muy triste, pero no por ello menos cierto.
Y, terminado el mensaje, ahora voy a darme unos latigazos, ya que veo que en este modesto speach he empleado tres palabros (“disciplina”, “autoridad”, “responsabilidad”) cuyo uso indica claramente mi carácter de fascista y retrógrado, lo que me hace claramente acreedor a la autoflagelación, si quiero aspirar al perdón de Z y al cielo de la progresía.
24 de Marzo , 2008 - 0:00 am
La culpa seguro que es de ZP…
ZP malo…
25 de Marzo , 2008 - 0:00 am
El ultimo dato espeluznante, boss
–un estudio internacional sobre alumnos de Primaria– es que el número de alumnos españoles de diez años con falta de comprensión lectora se acerca al 30 por ciento.
Es decir, uno de cada tres críos no entiende un carallum de lo que lee.
Y , atención, Cora, a los 18 años, dos de cada tres.
Eso significa que, más o menos en la misma proporción, los zagales terminan sus estudios sin saber leer ni escribir correctamente.
Las deliciosas criaturas, o sea. El báculo de nuestra vejez.
Precisamente Perez Reverte ironiza y se duele también de estas cuestiones, como tú, como todos.
Pero tranquilos. La Junta de Andalucía toma cartas en el asunto. Fiel a la tradicional política, tan española, de subvenciones, ayudas y compras de voto, y además le regalo a usted la Chochona, la manta Paduana y el paquete de cuchillas de afeitar para el caballero, a los maestros de allí que «se comprometan a la mejora de resultados» les van a dar siete mil euros uno encima de otro.