La encuesta
Castigo, nuevo presidente
La espuma se llama Podemos, que no para de crecer. Frente a lo que hay, tiene la ventaja de ser lo que no hay. Razones filosóficas de las que habla Sartre en El ser y la nada; Ortega, Kierkegaard y otros de ese corte. El estado de emergencia alemán por las deudas con Francia favoreció el advenimiento de Hitler. La corrupción italiana, la famosa tangentópolis, a Berlusconi, porque también era lo que no había. La Gran Depresión trajo el New deal, que sin ser revolución, fue revolucionario. Y así hasta el final de la lista, Franco incluido.
La caída de los imperios, o los sobresaltos, se explican echando la vista atrás y ahora mismo da la sensación de que estamos en uno de esos momentos. La combinación de crisis, corrupción y tensiones nacionalistas es el bosque que impide ver los árboles e induce a no pensar en otra salida; y eso que desde fuera son mucho más optimistas que nosotros, cuando venía siendo al revés.
El entreguismo a Podemos que se manifiesta en la intención de voto es, cuando menos, folklórica, en especial porque ni ellos mismos saben a ciencia cierta qué hacer con el poder que se les augura, salvo por los flecos de totalitarismo que desgranan a su paso, todos ellos inviables, salvo que instauren una nueva autarquía franquista, esta vez de izquierdas, también llamada dictadura.
La gente apampa con esa posibilidad y declara que los votará en masa porque se ha quedado sin otra referencia política. Es un voto de castigo, dicen. ¿De castigo a quién? ¿A Blesa, Urdanga, Bárcenas, Pujol, Granados y los ERE andaluces? Pues nada, a castigar se ha dicho. Después sí que va a haber café para todos, al menos mientras llegue, porque las promesas pintan más hacia la achicoria, dicho todo ello sin menoscabo del beneficio de la duda que todos los que se postulan para el servicio público se merecen, sobre todo después de conocer su programa.
1 de Noviembre , 2014 - 20:44 pm
Personalmente, creo que la situación nacional no tiene arreglo, y que terminará en la forma en que finalizaron crisis similares, vividas en otros países.
Siendo grave en todo caso, hay variantes:
Podemos terminar como en Venezuela, que en los primeros años 90 se deshizo del sistema político por el que se rigió durante décadas, un sistema democrático en lo formal pero corrupto hasta la médula, y que había dado origen a grandes desigualdades en el reparto de la riqueza.
20 años después, la situación del país ha cambiado. La corrupción se ha multiplicado por 5, y la inseguridad ciudadana, por 50. Y en cuanto al reparto de la riqueza, han dejado de tener problemas por el mismo. Dentro de poco, no quedará absoutamente nada para repartir, con lo que se evita cualquier discusión.
Podemos seguir, alternativamente, el camino de Italia, que tras la “tangentópoli”, también a principios de los 90, quiso redimirse de la corrupción política encomendándose a un salvador… llamado Silvio Berlusconi, que, a lo largo de los 20 años siguientes, ha dado gloriosas lecciones de ética política y moralidad personal.
¿Sería posible encontrar una vía alternativa, que nos evitara los errores cometidos en otros países?. Sinceramente, pienso que no, y que sólo nos queda encomendarnos al santo del mal menor. Ya que el desastre es inevitable, que sea lo menos ruinoso posible.