Fuera niños

Es cierto que el horario infantil en televisión debe estar protegido contra contenidos inoportunos, deformantes y malsonantes. Lo inexplicable es que si algún programa merece esos calificativos se pueda emitir a cualquier otra hora, bajo la premisa de que los adultos se pirran por ver cualquier clase de mierda.
Bueno, pues será verdad. Pero sin necesidad de abandenar ninguna campaña en pro de la Solución final contra la telebasura, reconocerán que el horario de adultos, el que comienza a las 21,00, también ha de verse libre de contenidos infantiles, ñoños o chiripitifláuticos.
Sin ánimo de señalar, la mayoría de las teleseries tienen a niños como protagonistas, sus tramas oscilan entre el mecanismo botijero y la vuelta de los guantes, sus diálogos se escuchan a los parvulitos y su humor está pensado para adolescentes con dificultades en Conocimiento del Medio.
Lógicamente son los menores quienes quieren verlas, pero como las dan tras el informativo, a ver quién es el guapo padre que logra encamar a su prole a buena hora.
El resultado es nefasto, pues el adulto no sólo se traga las memeces pueriles, sino que el niño escamotea sus necesarias horas de sueño. Ejerza de padre, dirá el soltero. Ya lo intentamos, pero con la ayuda que nos prestan los canales, sólo nos ganamos la enemistad de los hijos.
Pero el colmo de las parrillas no son las teleseries, sino el programa de la señorita Lorena Berdún, que como va de sexo, lo ponen de noche para explicar a las madres cómo se hacen los hijos; a los célibes, cómo se toca la minga, y a las abuelas, qué es la menopausia.
En su última aparición, anteayer, Lorena dedicó un cuarto de hora pasada la medianoche para aleccionar ¡cómo ha de ponerse un tampón!, una información de primera necesidad para la supuesta audiencia de ese momento. Si eso no es un contenido juvenil… Cualquier día nos atizan con la Abeja Maya.

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