Pedro camino de Damasco
Miércoles, 31 de Mayo, 2017
Era Pedro, no Pablo
Sánchez tiene un grave problema de credibilidad, un problema que viene de su pasado errático y ultramontano, de sus coqueteos con el lado oscuro de la fuerza y de su decálogo de prioridades. Primero, yo y nueve artículos más adelante, lo mismo.
Por eso ahora, cuando en su rentrée comienza a expresar pensamientos sensatos sobre la Constitución, el referéndum, la moción de censura y la recolección de plantas forrajeras leguminosas, la audiencia se ha dividido entre creyentes y agnósticos; entre aquellos que dan por buena su reconversión tras los meses pasados de oración en el desierto, y los que no se fían un pelo porque todo es una estrategia para revelarse más tarde, cosido al dobladillo de la falda de Podemos.
Estas dudas se acaban cuando los hechos dan la razón a unos y se la quitan a los otros, sin necesidad de que tenga que pasar mucho tiempo para verlo.
Si Sánchez confirma con hechos las cuatro cosas que ha dicho esta semana, no solo habría mejorado su parrilla de salida de cara a la Moncloa, sino que estaría arrojando un bidón de agua fría sobre los rescoldos del susanismo, que se quedaría prácticamente sin argumentos que justifiquen su existencia. Y de ahí hacia adelante, todos sanchistas.
Como el que suscribe es optimista por naturaleza mientras no se demuestre lo contrario, prefiero pensar que quien se ha caído del caballo camino de Damasco no es Pablo, sino Pedro, el cual, en medio de la trifulca, entre ayes, insultos y lamentos, ha descubierto la luz con intenso fulgor y tarifa plana, de tal forma que ahora viene y nos lo cuenta:
_ He visto el camino, los ángeles y las trompetas: los muros de Jericó, trasbordo en Moncloa, se derrumbaban a nuestro paso.
_ ¿Era la Vía Apia?
_ No, era la vía constitucional. Marchemos francamente, y yo el primero por la senda que ella nos marca.