
En ocasiones veo a López Bofill
Entre la casta violenta hay una especie tan repulsiva o más que los ejecutores, los teóricos. Aquéllos que siempre tienen a mano el argumento que disculpa, suaviza, comprende, admite o fomenta cualquier brote de ese arco que va desde la colleja al asesinato, individual o colectivo.
Por supuesto, todo ese bagaje de conocimientos filosóficos, morales y sociales que amparan a la bestia parda de turno se despliegan si la bestia parda comulga de alguna manera con su ideario político, puesto que de lo contrario es un fascista redomado y punto.
Los hay de todos los signos y en todas las direcciones, por supuesto, pero abundan unos u otros según el tipo de violencia que se ejerza. La de ETA da pie a los teóricos de la lucha armada nacionalista; la del FRAP, a revolucionarios; la del Daesh, a vengadores, y la del asesino de Jo Cox, a los racistas y separatistas.
En este caso, el que ha asomado la patita es un viejo conocido de estos últimos berenjenales, el catedrático de Constitucional Héctor López Bofill. Tras enterarse de la muerte de la diputada Cox, se ha parado a pensar un rato y a preguntarse ¿cómo me las maravillaría yo para sacar tajada independentista catalana de la burrada que acaba de hacer ese jardinero racista, misógino, ultranacionalista e insolidario?
Fueron unos minutos de búsqueda en el cerebelo, no más de cinco, porque estas cosas se guardan frescas, como los salmonetes, y ya la tuvo lista y empaquetada para enviar a las redes que acogen estas ocurrencias.
Dice así: “El asesinato de Jo Cox demuestra que, por desgracia, toda transformación constitucional profunda demanda muertos”, que viene a ser como un remix entre Arquímedes _ “todo cuerpo sumergido…”_, y el niño de El sexto sentido _ “en ocasiones veo muertos…” _, por el que López Bofill no pasará a la historia, salvo a la del horror.