El cambio talismán
Sábado, 20 de Diciembre, 2014
Aquel cambio de 1982 ya tenía delante el de 1971
Desde que allá por 1971 Juan Tomás de Salas aglutinó en torno al Cambio a sus 16 accionistas de la fama, el concepto ha sido una constante en todos los programas de todos los partidos sin excepción, convirtiéndose así en una de ésas llaves maestras que encajan en todas las puertas y de las que todos hablan maravillas, aunque no tengan ni pajolera idea de lo que es.
Al cambio del 71 se le intuía un significado totalmente distinto del que se empleó más tarde. Estaba clarísimo y parecía muy sencillo. Franco se encuentra a las puertas de la desaparición y después vendrá la democracia. Ése es el cambio, el gran cambio tras cuarenta años en los que no hubo ninguno.
Cuando ahora Podemos apela al cambio para 2015 en un spot donde se mezclan odios, miedos, disfrutes y placeres, el mensaje no está tan claro como entonces. Más bien todo lo contrario, porque el cambio que se intuye en esa propuesta adolece de todo lo que afirma traer. Lo van a tener que explicar con mayor definición, porque de momento lo único que se vislumbra, más allá de explotar la frustración colectiva, es una administración de la miseria que por si misma no puede generar ninguna alegría, sino una miseria cada vez más consolidada.
“Súmate al cambio”, decía el PP en el 2011 y todos entendíamos a cuál se referían. “Por el cambio”, ondeaban las banderas del PSOE en 1982 y tampoco hicieron falta más especificaciones para saber qué había detrás de la palabra, quién era Felipe González y qué medidas iba a tomar. Pero ahora, ¿sabemos realmente algo de estos chicos tan voluntariosos que se postulan para arreglar todos nuestros males como el pequeño Nicolás lo hace para solucionar lo de Cataluña, el caso de la infanta y todo lo que es Eurovegas? Sí, el cambio es notable, pero a peor.