160.328 palabras
Domingo, 13 de Abril, 2014
La criatura
Un artículo es una novela corta, y si están bien escogidas las palabras, puede producir los mismos efectos en menos tiempo. La dificultad de la novela es la cantidad de palabras que se necesita escoger para alcanzar los tamaños requeridos en los estándares literarios. El lector suele reparar en eso cuando la termina, pero no cuando la lee, y si lo hace, malo, porque se fija en palabras y no en lo que le cuentan.
Estos días acabé una novela. Bueno, en realidad acabó el proceso que la convierte en libro. Eso significa rematar una labor de elección bastante ardua que en el presente caso afectó durante siete años a 160.328 palabras. En ese sentido se puede decir que el novelista es un ser despiadado que elimina millones de posibilidades para quedarse solo con 160.328. El poeta las pasa por un cedazo más fino y se cuelan solo cien o doscientas, por lo tanto es mucho más despiadado todavía. El articulista, éste que les habla, utiliza 312 cada día.
Son cuentas que ningún crítico hace porque cree que de él se espera un análisis general de la obra, dos o tres folios; pero la crisis nos obliga a realizar planteamientos económicos, a hilar fino, a no despreciar recursos. ¡Qué horror! ¿Cuántas palabras de esas 160.328 estarán bien colocadas? ¿Qué porcentaje de adjetivos ocuparán con justicia el puesto que les corresponde por ética y por estética? ¿Cuál será el cash-flow literario del conjunto?
Cuando no hay harina, todo es mohína. En tiempos de vacas flacas, la crítica literaria está en manos de los asesores bursátiles, porque en toda ocasión el escritor es un inversor. Invierte en un verbo, y no en el otro, a la espera de que la opción sea la acertada para obtener dividendos.
Se llama “La navaja inglesa” y durante unas semanas me mantendrá alejado de su diario contacto. Hasta la vuelta.