Las bombillas fundidas
Lunes, 21 de Enero, 2013
Grey, literatura para una sola mano
Frente a los años de las luces, de la ilustración o del renacimiento, éstos son los del apagón. Frente al despotismo ilustrado, nos hemos quedado con el despotismo mondo y lirondo. Frente a la época de los descubrimientos, estamos igual, salvo que ahora solo se descubre hasta dónde se puede caer de bajo, y no nos gusta.
Descubrimos que Armstrong se ha dopado para ganar no sé cuántos tours y que la estrella de la BBC que entusiasmaba a niños y mayores era un pederasta redomado. Descubrimos que en Madrid funcionaba una red criminal dirigida por una monjita robaniños y que el yerno del Rey no ha cometido más delitos fiscales y financieros porque todavía no se han inventado.
Nos enteramos de la capacidad de rapiña que puede alcanzar una familia catalana que rige su política desde décadas, la de sus socios que vampirizan las ayudas para la formación de parados, la de un partido que se alterna en la gobernación del país y que hace de los ERE en Andalucía un número fuerte de prestidigitación, y la del otro partido, que no sabe explicar cómo es que su extesorero tenga en Suiza las cuevas del Sésamo.
Ésa es la crema de la nata. Imagínense la cantidad de leche necesaria para producirla, la cantidad de falsedad imprescindible para sostener la gran mentira. El botox social que engaña durante algún tiempo pero del que acaba aflorando un rostro de espanto, deformado y ridículo. Nadie salta de alegría al borde del mar con un grupo de preciosos amigos por tomar una mierda de bollitos untados de chocolate se vuelva. Desengáñense, Belén Esteban no es periodista, las sombras de Grey no es literatura y cualquier señor que se ponga detrás de una guitarra con pinta extraña no hace música. A ver si aprendemos de una vez y nunca más llamamos tesorero a un tal Luis Bárcenas.