Exhibición de debilidad
Viernes, 31 de Agosto, 2012
Hay que ser famoso, aunque sea un famoso pirómano
Parece el argumento de una película de bajo presupuesto, pero de momento nos lo venden como algo real.
Unos menores provocan ocho incendios forestales en Cataluña. Se graban y fotografían con una cámara mientras cometen sus pirojuegos. Pierden la tarjeta de la cámara y una vez encontrada por un vecino, revela su contenido. Así se averigua que han sido ellos. Sea.
Si son capaces de jugar a pirómanos, también lo son de poner las pruebas a disposición de las autoridades, pues demuestran su escaso repertorio sobre utilidades de la cabeza: llevarla llena de pelos y poco más.
Pero al margen de las circunstancias en las que se descubren los hechos, el elemento diferenciador es la cámara. Ese aparato nos permite sospechar que el delito no se comete ni como resultado de un impulso patológico de éxtasis ante el fuego, ni con afanes especulativos, ni de venganza, ni con algún fin en el negocio de la madera, ni por odios vecinales, o por un descuido, sino con un objetivo exhibicionista.
Uno de los aspectos que diferencia la actual generación de la anterior, es la posibilidad que tiene ésta de comunicar con texto, imágenes o sonido cualquier acontecimiento del que sea protagonista al instante, a todo el mundo y sin necesidad de un intermediario.
Esos medios tan poderosos ayudan a la difusión de cualquier actividad creativa, pero mal manejados por mentes de deficiente base se convierten en auténticas armas de destrucción masiva, como parece desprenderse de este caso, o de otros donde prima el exhibicionismo del menor, fascinado por su capacidad de llamar la atención de millones de personas, como hacen sus ídolos musicales o cinematográficos, pero sin otro mérito que el de escupir a un anciano, saltar de un balcón del hotel a otro, o quemar ocho montes comunales.