Caperucito Rojo
Sábado, 19 de Diciembre, 2009Y encima ya existía
Partiendo del hecho incontestable de que Tarzán perpetúa el rol masculino en la selva y fuera de ella, a las eximias cabezas pensantes de la Igualdad se les ha ocurrido que se necesita una Tarzana de las Monas para que las niñas también se vean reflejadas en ella y deduzcan que por ser mujeres no están privadas de saltar de liana en liana, de lanzar el famoso alarido, ni de enamorarse de un tierno explorador a cuya oreja susurrarle sentados en una rama: “Yo Tarzana, tú James”.
Ni siquiera se han molestado en llamarla Bunga de las Simias. No señor, directamente Tarzana. En la misma línea de actuación también se espera la próxima versión igualitaria de King Kong, que llevará el bonito título de Queen Kona y cuyo éxito en Galicia está garantizado.
Si estas eminencias hubiesen existido hace unos años, Edgar Rice Burroughs se habría ahorrado el trabajo de escribir varias docenas de novelas de Marte, de Tarzán o del mismísimo centro de la Tierra, ése que una cámara robot sumergida a 1.200 metros ha sorprendido arrojando toneladas sulfúricas a nuestro amado océano.
Burroughs sabría que es imposible competir en imaginación con unos tipos tan bien dotados para la fábula como los igualistas. En la misma tacada han descubierto a la Tarzana y al Ceniciento. Se puede ser más bobo, pero hay que entrenar de noche.
Un igualista es capaz de pillar a Cervantes por banda y transformar al viejo hidalgo en doña Quijota, a Sancho en Sancha y a Rocinante, en la mula Francis. A los igualistas les da lo mismo 8 que 80. Lo suyo es limar los mínimos desequilibrios en los roles. Por ejemplo, pronto los apóstoles de Cristo serán seis machos y seis hembras; los presidentes de la I República española, Pi i Margall, Salmerona y Castelar, y de los cuatro jinetes del Apocalipsis, dos serán amazonas.